Un viejo adagio dice: “Si no puedes contra
ellos, úneteles”. Lo hemos escuchado o leído y casi todos lo hemos pronunciado.
Sin embargo, está muy lejos de ser una frase sabia.
¿Qué significa en la mayoría de los casos? Si no
puedes contra los políticos, úneteles. Si no puedes contra los narcos, contra
los analfabetas, contra los americanistas, úneteles. Ponga usted aquello contra
lo que quiere luchar y vea si de veras prefiere unírseles.
La educación cada vez más prefiere unírsele a la
ignorancia. “No podemos ser exigentes con niños que
apenas tienen para comer”, dicen los maestros, y les dan una educación ínfima
que garantizará que apenas tengan para comer. Algunas instituciones de
educación superior responden también a la ignorancia. Si los prospectos de
alumnos no aprueban un examen elemental de admisión, se baja la barra.
También Don
Quijote bajó la barra. Resulta que la RAE publicó un Quijote para lectores jóvenes, pues consideran que el buen
Miguel de Cervantes llenó su novela con obstáculos y fragmentos inútiles y los
muchachos no están para perder el tiempo o no tienen cabeza para asimilar
historias entrecruzadas, sino apenas un relato lineal.
Cuenta la historia que Felipe III miró desde su balcón
a un muchacho muerto de la risa. “Aquel estudiante o está loco o lee la
historia de don Quijote”, dijo. Pero este muchacho era de los de antes, no un cretino
certificado por la RAE. La
paradoja es que los jóvenes saben leer libros de mil páginas. Los adultos son
los haraganes que suelen preferir resúmenes.
En sus aventuras, don Quijote no pudo contra
nadie, pero tampoco se le unió a nadie. Mas hoy Cervantes se revuelca en su
tumba. La RAE y Arturo
Pérez–Reverte fueron quienes al final pisotearon su última voluntad y tomaron
la pluma que debió quedar intacta. “Aquí quedarás, colgada desta espetera y
deste hilo de alambre, ni sé si bien cortada o mal tajada péñola mía, adonde
vivirás luengos siglos, si presuntuosos y malandrines historiadores no te
descuelgan para profanarte. Pero, antes que a ti lleguen, les puedes advertir y
decirles en el mejor modo que pudieres: ¡Tate tate, folloncicos! De ninguno sea
tocada; porque esta empresa, buen rey, para mí estaba guardada”.
Un clásico siempre ha de leerse con humildad a
la vez que con ambición de atrapar cuantos tesoros lleva en su seno. Si se
trata de Don Quijote, siempre
habremos de aceptar que Miguel de Cervantes piensa y siente mejor que nosotros.
Que escribió lo que escribió porque así debía ser, y si algún defecto tiene, no
seremos nosotros quienes habremos de corregirlo.
Deseo que este Quijotucho de la
RAE sea un fracaso editorial, que si algo positivo deja es
que en represalia los lectores busquen la obra original, tal como la Coca –Cola de la receta
original se volvió un éxito de ventas cuando la empresa notificó que cambiaría
la fórmula.
Sin embargo, acepto que en la RAE hay gente más inteligente
que yo, que Arturo Pérez–Reverte conoce mejor Don Quijote que yo y es un especialista en la época y en la
lengua de la época. Tomemos, entonces, mi columna como el deslengüe de un conservador
y abramos la puerta a los nuevos tiempos.
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