jueves, 8 de enero de 2015

Don Quijote made in China

Un viejo adagio dice: “Si no puedes contra ellos, úneteles”. Lo hemos escuchado o leído y casi todos lo hemos pronunciado. Sin embargo, está muy lejos de ser una frase sabia.

¿Qué significa en la mayoría de los casos? Si no puedes contra los políticos, úneteles. Si no puedes contra los narcos, contra los analfabetas, contra los americanistas, úneteles. Ponga usted aquello contra lo que quiere luchar y vea si de veras prefiere unírseles.

La educación cada vez más prefiere unírsele a la ignorancia. “No podemos ser exigentes con niños que apenas tienen para comer”, dicen los maestros, y les dan una educación ínfima que garantizará que apenas tengan para comer. Algunas instituciones de educación superior responden también a la ignorancia. Si los prospectos de alumnos no aprueban un examen elemental de admisión, se baja la barra.

También Don Quijote bajó la barra. Resulta que la RAE publicó un Quijote para lectores jóvenes, pues consideran que el buen Miguel de Cervantes llenó su novela con obstáculos y fragmentos inútiles y los muchachos no están para perder el tiempo o no tienen cabeza para asimilar historias entrecruzadas, sino apenas un relato lineal.

Cuenta la historia que Felipe III miró desde su balcón a un muchacho muerto de la risa. “Aquel estudiante o está loco o lee la historia de don Quijote”, dijo. Pero este muchacho era de los de antes, no un cretino certificado por la RAE. La paradoja es que los jóvenes saben leer libros de mil páginas. Los adultos son los haraganes que suelen preferir resúmenes.

En sus aventuras, don Quijote no pudo contra nadie, pero tampoco se le unió a nadie. Mas hoy Cervantes se revuelca en su tumba. La RAE y Arturo Pérez–Reverte fueron quienes al final pisotearon su última voluntad y tomaron la pluma que debió quedar intacta. “Aquí quedarás, colgada desta espetera y deste hilo de alambre, ni sé si bien cortada o mal tajada péñola mía, adonde vivirás luengos siglos, si presuntuosos y malandrines historiadores no te descuelgan para profanarte. Pero, antes que a ti lleguen, les puedes advertir y decirles en el mejor modo que pudieres: ¡Tate tate, folloncicos! De ninguno sea tocada; porque esta empresa, buen rey, para mí estaba guardada”.

Un clásico siempre ha de leerse con humildad a la vez que con ambición de atrapar cuantos tesoros lleva en su seno. Si se trata de Don Quijote, siempre habremos de aceptar que Miguel de Cervantes piensa y siente mejor que nosotros. Que escribió lo que escribió porque así debía ser, y si algún defecto tiene, no seremos nosotros quienes habremos de corregirlo.
Deseo que este Quijotucho de la RAE sea un fracaso editorial, que si algo positivo deja es que en represalia los lectores busquen la obra original, tal como la Coca–Cola de la receta original se volvió un éxito de ventas cuando la empresa notificó que cambiaría la fórmula.
La RAE, que normalmente limpia, fija y da esplendor, hoy corta, edita y da gato por liebre, tequila con agua, un rapidín, astas rasuradas, café de Sanborns, salsa Tex–Mex, circonia, tofu, surimi, peltre, Don Quijote made in China.


Sin embargo, acepto que en la RAE hay gente más inteligente que yo, que Arturo Pérez–Reverte conoce mejor Don Quijote que yo y es un especialista en la época y en la lengua de la época. Tomemos, entonces, mi columna como el deslengüe de un conservador y abramos la puerta a los nuevos tiempos.

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