viernes, 1 de agosto de 2014

Borrar a Freud

En algún pasado casi olvidado trabajé traduciendo guiones y canciones para películas y series de televisión infantiles. Era más difícil tratar con las canciones, pues siendo el español más “largo” que el inglés, había que hacer constante uso de diptongos y sinalefas para que todo cupiera en la misma cantidad de notas. 

Solía entregar mis versiones en español y por lo general ya no me enteraba del buen o mal destino de mi trabajo. Hubo incluso series de las que nunca llegué a ver un solo episodio, pues seguido trabajaba con el puro papel, sin el apoyo de un video.

De vez en cuando alguien se comunicaba conmigo para hacerme alguna observación, por ejemplo, sobre una canción: “Esta rima con A, hay que hacerla con O, porque en un close up a los labios del personaje se nota que dice O”. Y yo preparaba una nueva versión.

No tenía mi orgullo puesto en el oficio de la traducción, así que cualquier petición que me hicieran, yo correspondía con todo gusto, aunque naturalmente sintiera preferencia por mis versiones originales. Además mis palabras podían terminar muy torcidas luego de que las canciones pasaban por manos de músicos y cantantes que implantaban sus gustos y sugerencias de última hora. 

Hubo solo dos ocasiones en que me negué a hacer cambios. La primera fue en la película Hércules, cuando Filoctetes canta “Mi última oportunidad”. Por equis razón el sátiro dice en inglés “Oh, Gods”, lo cual traduje como “Oh, dioses”.

Me llamó un director del estudio para cuestionarme. Le expliqué que pese a que en español diríamos “dioses míos”, la sincronización labial me había obligado a hacer lo que hice. Pero él no estaba preocupado por el lenguaje. “Es que Dios solo hay uno”, me dijo. 

Pensé que era una broma. Comoquiera dije que aunque la película confundía el mundo griego con el romano, todo estaba situado en una época politeísta. Mis explicaciones salieron sobrando y la versión final simplemente invoca a un dios. Supongo que a Zeus y no a Jehová.

Otro disgusto me lo causó la película Anastasia. Hay cierta canción que habla de París como la ciudad de los enamorados. En inglés, un verso menciona que ni Freud ha encontrado una cura para el amor. Justo esa parte la canta un anciano con acento alemán que emula al famoso sicoanalista y se resbalaba estúpida y hollywodensemente con una cáscara de plátano. Mi versión en el mal llamado español latinoamericano era fiel al original.

Pero alguien me llamó del estudio. “Quita eso de Freud. Ningún niño sabe quién es”. Yo dije que no debíamos tratar a los niños como idiotas. Además, yo había conocido a Freud gracias a una caricatura en la que Porky y Silvestre viajan involuntariamente al espacio.

Por supuesto en la versión final borraron el nombre de Freud y me costó trabajo reconocer en ella mis palabras. 

Nunca me he puesto a repasar series y películas infantiles para corroborar cuánto del texto original sobrevive después de la traducción y, sobre todo, después del manoseo por parte de tanta gente que trabaja en el cine y la televisión. Sin embargo, por esas dos experiencias sospecho que los productores consideran a los niños latinoamericanos con menor intelecto que los gringos, y buena parte de las series infantiles han de estar pasadas por agua.

Es solo una sospecha. Averígüelo el que tenga tele y niños embobados con ella.

1 comentario:

  1. ¡Da gusto leerle!
    Intelecto, picardía y hasta cierta rebeldía - civilizada, eso sí - en el texto, conocimiento de la profesión y sus tantas particularidades (también soy traductor).
    Mi respeto, Sr. Toscana.

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