![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiW9gCMg9KPtdwK7BJKSuJw_ZvrqpaWQJw1q6YQ6XTThfuarnSQ5_CaiEOfDkpV0_qAL8s8ca-NZydxeyLy4tPITpo7Ph6f2D32FRuiS28ObNceiYSMmH9SgEmCfzuXjPkVQyM1Dy-I-rP-/s1600/Toscana+599.jpg)
Tiene que ser decálogo, pues el número nueve o
el once suelen ser poco atractivos para quienes no gustan de las matemáticas,
gente que si a las 2:11 se les pregunta ¿qué horas son?, responden: las 2:10.
Para completar los diez puntos, incluiría algo
tan peregrino como: “Establecer un correo único para enviar mi columna semanal.
En Gmail, por ser el más utilizado”.
O algo con lógica vacía: “En caso de percibir
que no se han completado los tres mil caracteres requeridos, inflaré el texto
cambiando palabras flacas por gordas. Por ejemplo, “actualmente” en vez de
“hoy”, o títulos completos por apellidos, pongamos: “el actual secretario de
Hacienda y Crédito Público, Luis Videgaray”, en vez del mero “Videgaray”.
Puedo proponer un cambio de unidades: “De ahora
en adelante, en denuncias de corrupción, no utilizaremos monedas nacionales o
extranjeras, sino ‘Casas Blancas’, cuyo símbolo es CB y equivale a siete
millones de dólares. Solo en hiperdesfalcos se utilizará el Moreirazo, ya que
1M = 400CB”.
Siempre hará falta un gesto de honestidad:
“Procuraré no plagiar textos ni contratar negros, tal como han hecho algunos de
nuestros laureados escritores. En caso de que mi columna se parezca mucho a
otra, cruzo los dedos para que nadie lo note. Y si alguien lo nota, me excusaré
diciendo que no soy servidor público”.
Además: “Fortaleceré los principios de buena
ortografía y clara redacción. En este rubro, apelo al buen funcionamiento del
revisor ortográfico de Word y el buen ojo de mi editor”.
“Igualmente enviaré a la Real Academia
Española una amplia agenda de reformas para el lenguaje cotidiano”. Aquí
incluyo puras reglas ortográficas que ya existen, pero que quiero hacer pasar
por iniciativas mías, o sea, por toscanismos.
Al final de mi decálogo, algunas personas de
pocas luces y amor por la televisión sentirán que, efectivamente, escribí mi
columna semanal, y ni siquiera notarán que este “efectivamente” fue un mero
vocablo de relleno. La gente más avezada sabrá que ni siquiera completé el
decálogo ni mis tres mil caracteres de rigor, que además
todo fue paja, puro bla bla para ganar tiempo mientras llega la siguiente
semana, para mantener mi chamba de columnista, y que mis detractores se cansen
de decir “¡Fuera Toscana!”.
Saludos David, oye quería preguntarte, tu que vives en Polonia, ¿cuál es tu opinión sobre Stanislaw Lem? Tengo un amigo que lleva un rato obsesionado con su obra y quería saber si lo has leído y que opinas de él.
ResponderEliminarSaludos desde Sinaloa.