viernes, 22 de noviembre de 2013

Despotrique

Cuando era ingeniero industrial, el trabajo más sencillo lo encontraba en las empresas ineficientes. Bastaba con pasearme por el área de manufactura para identificar los cuellos de botella, las operaciones que se duplicaban, las tareas que debían integrarse, las que debían dividirse y las que debían eliminarse, los puntos donde se generaban defectos y desperdicio, y donde existía riesgo de accidentes.

Entre peor fuese la situación de la empresa, más fácil era alzarse como héroe. De la noche a la mañana, los números rojos se podían volver negros, y esto se lograba con un poco de colmillo, creatividad y sentido común.

El análisis de tiempos y movimientos, teoría de colas, simulaciones por computadora, sistemas a prueba de error y demás linduras de la ingeniería industrial se dejaban para las empresas que ya eran eficientes y querían alcanzar un nivel más alto. Aquí había que cuidarse de implementar algún cambio aparentemente bueno, pero que acabara por fastidiar la producción o a los obreros.

En cambio, había que ser un ingeniero muy despistado para empeorar la situación de una empresa casi inoperante.

Ya imaginará el lector para dónde voy con este prólogo.

Pero no quiero hablar ahora de todo el gobierno y todo el país, sino apenas de la educación.
Lo más importante para dirigir esfuerzos es tener una brújula, una misión, un objetivo, una definición de sí mismo.

La SEP tendría que verse como una corporación que fabrica niños y jóvenes ilustrados, y trabajar en consecuencia.

Tratar de alcanzar al corto plazo los niveles de Finlandia nos sumiría en la inactividad, pero bastaría pasearse por las aulas, conversar con un grupo de alumnos de secundaria y notar su incapacidad para expresarse oralmente o por escrito, para proponer algunos ajustes al sistema de educación.

Ahora la fábrica de ilustrados funciona tan mal, que no hacen falta linduras pedagógicas ni grandes inversiones para diseñar e implementar algunas reformas; bastaría un poco de colmillo, creatividad y sentido común.

La situación es tan mala que de veras hay que ser muy despistado para empeorarla. Y sin embargo, vamos a velocidad constante por ese camino. Este sexenio la SEP fabricará una cantidad récord de de infrapensantes.

Y no hay escapatoria, pues las autoridades piensan que su función es regentear maestros y no enriquecer alumnos.

Si a los directivos de la SEP les encomendáramos una planta de automóviles, su reforma automotriz nada tendría que ver con nuevos modelos, motores más eficientes o autos más seguros. Se ocuparían en domesticar al sindicato, controlar y evaluar el entrenamiento de los obreros, reglamentar las promociones y aumentos de salario; y una vez conseguido esto, se sentirían triunfantes así salgan los autos abollados, sin ruedas y de chispa retardada.


Pero como nadie de los de arriba va a leer esta columna, y como nadie en la SEP va a ocuparse de veras por los alumnos, entonces mis palabras no pasan de ser un mero despotrique.

No hay comentarios:

Publicar un comentario