sábado, 13 de junio de 2015

Un mundo feliz


Ahora que el FBI comenzó a rascarle al asunto que ya todos conocíamos sobre la corrupción de la FIFA, tuve una visión futurista. Una visión muy feliz.

Blatter convocó a nuevas elecciones, pero muchos de los delegados no se atreverán a presentarse otra vez en Suiza, país que ya en el caso de Polanski había prestado su brazo judicial a Estados Unidos. Veremos más renuncias en el corto plazo y directivos que se mostrarán indispuestos a viajar por fingidos motivos de salud.

La visión feliz comienza cuando se desmorona la FIFA. Pierde sus patrocinadores. Se acaban los mundiales de futbol. Las ligas nacionales se convierten en torneos llaneros. Las televisoras dejan de ganar miles de millones de dólares y los televisores se vuelven aparejos inútiles.

Entonces, como aquel pez milenario que asomó su cabeza fuera del agua y se mutó en anfibio, uno de esos futbolfílicos se cansa de ver la pantalla apagada y decide asomar su cabeza en una librería. Luego son hordas las que sufren la misma evolución. No por selección natural, sino por selección libresca, el homo futbolensis se transforma en homo sapiens.

De pronto, deja de importar el entrenador de la selección nacional. Importa quién dirige la SEP. Ante la falta de resultados educativos, la gente protesta. Los comentaristas en los medios piden con suma iracundia la cabeza del secretario de Educación.

En los bares se discute acaloradamente sobre el último Premio Nobel de Literatura. Cuestionan si John Banville merecía el Princesa de Asturias. Dan sus favoritos para el Premio Cervantes. En las paredes no hay banderines de los equipos sino inscripciones con versos de Paz y Vallejo. En las paredes tampoco hay televisores. La gente conversa.

El famoso draft de jugadores ahora se realiza en la Feria del Libro de Guadalajara. Los periódicos tienen encabezados como “Fadanelli firma contrato con Tusquets” o “Mario Bellatin vestirá los colores de Sexto Piso” o “Echan a Eduardo Antonio Parra de Era por presentarse ebrio a una firma de libros”. Los medios hacen constantes reportes sobre los mexicanos que publican en Europa. Algunos mejor sellers que otros, pero ninguno en la banca. El ideal no es jugar para el Barcelona o el Real Madrid, sino para Gallimard o Feltrinelli.

No estamos pendientes de las opiniones de José Ramón Fernández, sino de las de Christopher Domínguez Michael. La revista TV y Novelas pasa a ser Libros y Novelas; en su portada aparecen las siempre bellas escritoras mexicanas en toda su sensualidad. Por pura nostalgia, Jorge Volpi publica En busca de Klinsmann. El dios de Juan Villoro pierde su redondez. Los estadios de México se llenan con los poetas, como sucedió cuando vino Yevgueni Yevtushenko en 1968. Las barras bravas son barras letradas y se agarran a golpes entre los xaviervelazquistas y nachopadillanos.

Sin titubear, los presidentes hablan de los treinta libros que más les influyeron. No solo pronuncian Jorge Luis Borges sin dificultad; también declaman alguno de sus poemas. Además, abanderan a la delegación de escritores mexicanos cada vez que parte a una feria del libro. Los desvíos de fondos son para financiar las universidades. La compra de votos se hace con monederos Gandhi. A la primera dama la pillan gastando una fortuna en cierta Barnes & Noble de Nueva York.

You may say I’m a dreamer, but I’m not the only one…

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