Las encíclicas papales suelen ser aburridas.
Igual que los ensayos académicos, no van al grano, sino que traen a cuenta mil
citas que respalden las ideas que se exponen. La reciente Laudato Si, en la que el papa Francisco se ocupa del respeto
al medio ambiente, es especialmente tediosa. Se ve que los padres de la iglesia
ya no estudian retórica.
En sus primeras páginas dice el papa que asumirá
“los mejores frutos de la investigación científica”, pero el texto termina por
no recurrir a la ciencia y apenas alcanza el nivel de un texto escolar.
Cualquier cita bíblica donde se hable del Sol, la Tierra o algún animalito se
transforma en prueba irrefutable de que Dios nos solicita actuar por el bien de
nuestro planeta.
Por ejemplo, el pontífice asegura que Jesús
invita a reconocer la relación paterna que Dios tiene con todas las criaturas,
cuando dijo: “¿No se venden cinco pajarillos por dos monedas? Pues bien,
ninguno de ellos está olvidado ante Dios”. Pero no aclara que esos cinco
pajarillos estaban destinados a que se les torciera el cuello en el templo.
Jehová amaba que rociaran su altar con sangre de inocentes animales. Tan solo
para inaugurar su templo, Salomón mandó sacrificar veintidós mil bueyes y
ciento veinte mil ovejas.
El cataclismo del diluvio, que resultó más
destructivo que cualquier calentamiento global, por supuesto no fue capricho de
Jehová sino castigo bien ganado por los hombres.
Así las cosas, la encíclica llega a su clímax
científico con descubrimientos como: “Porque todas las criaturas están
conectadas, cada una debe ser valorada con afecto y admiración, y todos los seres
nos necesitamos unos a otros”.
Hace una larga lista de problemas, entre los que
evita mencionar la sobrepoblación, tan auspiciada por la iglesia; e incluso
miente al apuntar que “el crecimiento demográfico es plenamente compatible con
un desarrollo integral y solidario”.
Sobre todo critica el consumismo y la
utilización de combustibles fósiles, sin que se perciba en el Vaticano la
intención de predicar con el ejemplo. ¿Ahora el papa usará una modesta túnica
de algodón? ¿Qué hay de los zapatitos rojos de su predecesor? ¿Dejarán de
traerle churrascos desde la
Argentina ? ¿Va a pasar frío en invierno y calor en verano?
¿Van a instalar celdas solares sobre la basílica de San Pedro? ¿Seguirá
coleccionando todos los regalitos que le traen la multitud de visitantes?
¿Dejarán de promover los viajes a Roma y Tierra Santa porque se consume
petróleo? ¿Andará a pie o seguirá usando su papamóvil de ocho cilindros?
Poner el ejemplo no es cosa de la Santa Sede. El
Vaticano consume más energéticos y genera más basura per cápita que el promedio de los mortales. Por eso la
encíclica papal es el gordo aplastado que dice “sería bueno hacer ejercicio”.
Es un intento por darle a la
Biblia un carácter verde que no tiene. Sus autores estaban
interesados en el calentamiento de las gónadas, no en el global.
Desde que Pedro murió crucificado patas arriba,
todos sus sucesores han estado condenados a la hipocresía; aunque algunos sean
más simpáticos que otros. Por eso la mayor mordedura de lengua en Laudato Si se da cuando Francisco
dice: “Habrá que interpelar a los creyentes a ser coherentes con su propia fe y
a no contradecirla con sus acciones”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario