Hace unos días me compadecí de nuestro sufrido
gobierno al que parece que no le salen las cuentas. Para ver si podía ayudar un
poco, decidí seguirle la pista a un recibo que expedí por honorarios de diez
mil pesos.
El buen Videgaray me sustrajo electrónicamente y de
inmediato mil pesos como adelanto del impuesto sobre la renta y 1067 como
adelanto de IVA en un acto de barbarie que se llama retención. Yo sé que al
final mis gastos no serán deducibles, así es que guardo bajo el colchón el
resto del IVA y del ISR, los cuales habré de pagar al final del mes o del año,
respectivamente. O sea que de manera directa Papá Gobierno se estará cobrando
cuatro mil seiscientos pesos de mi recibo.
Me siento tan contento de haber cobrado esos diez mil
pesos, de los cuales por restas fiscales me quedan siete, que decido gastármelo
todo en tequila para celebrar con mis amigos.
El tendero me hace ver que el tequila lleva 53% del
Impuesto Especial sobre Producciones y Servicios y además hay que cargarle el
IVA. Eso da un total de 69%. Noto entonces que de mis siete mil pesos, 4830 se
van a las arcas de Hacienda. “Tu borrachera sale barata”, me dice el tendero, “la
que cuesta caro es la de los servidores públicos”.
Entonces veo que mis honorarios de diez mil pesos le
han redituado a Hacienda 9,430. Y eso sin tomar en cuenta otros impuestos que
pagaron los fabricantes del tequila, como el de nómina o las cuotas al IMSS.
Pero hasta ahí, soy todavía un patriota. Y sé que debo
compartir mi riqueza con los desposeídos, que debo abonar a las bien planeadas
obras de infraestructura que requiere mi país, pagar los sueldos de la
incorruptible policía que tan bien nos protege, los salarios de los ilustrados
maestros siempre al servicio del saber y la cultura, los boletos en clase
turista y el hospedaje en hoteles de tres estrellas para que la clase
gobernante asista a los foros mundiales, mantener nuestros óptimos servicios de
salud que son ejemplo para todas las naciones, afinar nuestra ya de por sí fina
democracia.
Por eso quedé muy sorprendido cuando el ángel Auditor
se me apareció en sueños para decirme que el desglose presupuestario de los
9,430 pesos generados por mi trabajo había sido el siguiente:
Casas blancas y de otros colores: 2,000
Compras en Rodeo Drive: 1,500 (o su equivalente en
USD)
Vida de reyes para diputados: 1,000
Cuentas en paraísos fiscales: 750
Desfalcos estatales: 750
Fraudes diversos: 1,000
Monederos electorales: 1,000
Subsidio de multas PVEM: 1,000
Educación: 200
Servicios médicos: 230
Pero yo no creo en los ángeles. Entonces supuse que
había sido un mal sueño. No era posible que mis impuestos tuviesen tal destino
en un país donde los políticos luchan abiertamente contra la corrupción, el
presidente fortalece el Estado de derecho, los partidos son fieles a sus
ideales y electores, donde hasta tenemos una inflexible Secretaría de la
Función Pública que vigila celosa y estrictamente a cada funcionario. Y la
prueba es el modesto tren de vida que llevan nuestros políticos y, sobre todo,
sus cónyuges e hijitos. Dios los bendiga por construirnos una patria tan
bonita.
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