A casi
nadie se le ocurre regalar zapatos, pues son objetos que responden a un gusto
muy personal y a una talla aún más particular. La lectura también tiene matices
muy personales, y sin embargo a alguna gente le da por regalar libros.
Para
acertar al regalar un libro hace falta conocer bien a la otra persona, saber
qué libros ya tiene y estar inmerso en el mundo de la lectura. Además, es poco
emocionante recibir libros, pues no hay secreto: es obvio lo que hay debajo del
envoltorio.
Tengo
arrumbados varios libros que me han dado en Navidades pasadas. En su momento, algunos
parientes me han regalado porquerías como Amor, de Leo Buscaglia
o El código Da Vinci o, para colmo, un cacharro de Paulo Coelho.
“Espero que no lo tengas”, me dice el pariente de marras. Y yo quiero decirle
que estaba muy feliz de no tenerlo; pero le doy las gracias. Luego están al
pendiente de si lo hojeo, comienzo a leer las primeras páginas o simplemente lo
pongo ahí junto a los calcetines que me dio una tía.
El
colmo de la descortesía es cuando en el siguiente encuentro me preguntan si ya
lo leí y qué me pareció. Es difícil mentir.
Sin
duda debe ser complicado acertar al regalarme un libro, pues ninguno me
interesa en la lista de los cien más vendidos de Amazon.com. De la lista de
Amazon.es solo he leído El principito y nada me atraen los otros
noventainueve. En los setentaicinco más vendidos de Gandhi, encuentro siete que
ya leí, sesentaisiete que no me interesan y solo uno que apuntaré en mi lista: Muerte
súbita, de Álvaro Enrigue.
De
hecho, uno de los que menos me interesan es el que está en la primera posición:
Los 11 poderes del líder, de Jorge Valdano.
Ya una
vez había comentado que mi hermano deliberadamente me regala el peor libro
imaginable. Según sé, esta Navidad me enviará una biografía de algún andrógino
por el que se vuelven locas las adolescentes.
Ahora
no estoy armando un caso a favor de la buena literatura, pues ésta puede
resultar un peor regalo.
Imaginemos
a un tío ilustrado que decide regalarle al zoquete de su sobrino una colección
de clásicos. Entonces hay dos posibilidades. La primera y más probable es que
los libros se apolillen o terminen en una librería de viejo. La segunda, que el
sobrino se enamore de la literatura. Así, el tío le habrá robado la posibilidad
de llegar a ser un empresario de éxito o un político con madera de presidente,
y en cambio lo convertirá en un clasemediero siempre inconforme con el estado
de las cosas; pero eso sí, capaz de declamar para sí mismo algunos versos de
Quevedo.
Pero
si comoquiera usted decide regalar un libro a alguien fuera de su círculo de
intimidad, vaya a la sección de libros de mesa de centro. Esos son pesados,
suelen ser caros y muchas veces están en inglés. Dan el gatazo. Si la otra
persona es letrada, elija el libro entre las novedades; si es de ideas cortas, obséquiele
un álbum de Andy Warhol o de Roy Lichtenstein; son cosas que entenderá
fácilmente y hasta se tragará el cuento de que es arte.
Pero
ya que anda en la librería, mejor autorregálese lo que más le guste y pase
después por cualquier licorería a comprar un regalo navideño que siempre será
bien recibido.
O puede uno meter libros a su Wishlist de Amazon y esperar a que el pariente avispado revise la lista y compre uno de allí. :-)
ResponderEliminarBlum