viernes, 13 de diciembre de 2013

Rollo

Ya se sabía que nuestras escuelas no funcionan. Los resultados de PISA solo confirman el hecho con cierta precisión. La reacción por parte de Emilio Chuayffet ha sido armar un discurso político para demostrar que no hay interés ni estrategia ni ideas para solucionar el problema.

“Actualmente se instaló la Conferencia del Sistema Nacional de Evaluación a cargo del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación, con consultas internas para proponer perfiles, parámetros e indicadores genéricos y complementarios para docentes, directivos y supervisores educativos, además de firmarse treintaidós convenios marco para la implementación de la reforma”.

También pronunció esta joya de pieza oratoria:
“La reforma educativa es de todos y para todos, no queremos leyes de letra muerta ni prácticas gobernadas por la fuerza. No es pieza oratoria ni pensamiento, es acción, verbo y mandato”.

Y, por si nos quedamos con hambre de más banalidades:

“En la entraña del federalismo mexicano yace un mandato de cooperación entre los distintos niveles de gobierno que tenemos la concurrencia en la labor educativa”.

El barco se hunde y no hay propuestas de acciones. Desde hace un año este gobierno tomó las riendas y apenas convoca a reuniones para ver qué vamos a hacer. El mismo Chuayffet lo reconoce así:

“Si bien los resultados retratan algunos progresos en la educación que se imparte en las aulas mexicanas, también es cierto, lo sabemos todos, que las cifras mostradas no concuerdan con lo esperado y sí recuerdan la magnitud del reto y constatan que el tema de la enseñanza debe ser prioridad en la agenda del gobierno, como lo dijera el presidente Peña el primero de diciembre del año pasado”.

En efecto, ya pasó poco más de un año y el barco se ha hundido un poco más. La SEP, en vez de un líder que tome las riendas de la educación, está encabezada por un político que va a convocar mil reuniones con la participación de montones de personajes que van a enturbiar más las aguas. La cosa es dar la impresión de que se trabaja. Entonces tendremos notas como:

“Se instaló el Foro de Planeación Educativa con la participación de autoridades, maestros y padres de familia”.

Y dentro de unos años tendremos otra baja de calificaciones y un alza consecuente en los índices de bienestar. Y otra vez, a hablar de la magnitud del reto que tenemos por delante y de la prioridad de la educación en el gobierno de nuestro señor presidente.

Según el último informe de la OECD, México necesita 65 años para alcanzar los niveles promedio de lectura de los países miembros. Vaya uno a saber cómo se calcula esto. ¿Se espera que en esos años el promedio baje o México suba? ¿Se espera que algo cambie en la educación mexicana? Si uno mira las tendencias, solo puede esperarse que México esté en peor situación dentro de esos años.

Cualquier avance en la educación tendría que poner la propia educación como prioridad. Pero “prioridad” es una palabra de discurso, no de acciones. Las acciones hoy están en otro lado.

Yo le agradezco el entusiasmo a toda esa gente que participa en un bando u otro de la reforma energética. Pero entre un barril de petróleo y un buen libro, primero hay que sacar las uñas por el libro.

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