viernes, 18 de octubre de 2013

Cristo economista

En Polonia la palabra preferida de los comercios es “mundo”. La zapatería “El Mundo del Zapato” se encuentra frente a “Zapatos del Mundo”. Lo mismo pasa con “Cocina del Mundo” y “Mundo de la Cocina”, y así nos vamos con todos los mundos que se puedan imaginar. Por eso no me extrañó que mi novela El último lector la publicara la editorial “Mundo del Libro”, que luego cayó en manos de una empresa alemana conocida como “Imagen del Mundo”, o sea, Weltbild.
Esta compañía tiene algo curioso: hace un par de años se reveló que la iglesia católica germana posee el cien por ciento de las acciones y que durante años uno de sus principales ingresos ha venido de publicaciones eróticas y pornográficas.
Usé el adjetivo “curioso” porque no quiero lanzar un juicio moral. Me parece bien que la Iglesia se busque medios de sustento más allá de pasar la charola. Ya sabemos que en algunos países nadie les da una moneda, así que han de ponerse a fabricar cerveza o regentar negocios de venta por catálogo o sacar de noche a las monjas o vender sus bienes. Hay quienes se espantan de que muchas iglesias cristianas se estén convirtiendo en mezquitas; pero esto no es nuevo. Comenzó con la caída de Constantinopla.
Quizás Cristo no estaría de acuerdo con estos manejos financieros, pues nunca tuvo inclinación por la administración de empresas. Por eso dio patadas a los cambistas del templo y al rico le dijo que vendiera todo y lo entregara a los pobres. Esta última es la peor fórmula económica. Repartamos el dinero equitativamente y mañana todos estaremos en la miseria. Si la Iglesia entregara su dinero a los pobres, mañana dejaría de existir.
Al describir la batalla de Guanajuato en 1810, el historiador Lucas Alamán dijo: “Ese día se perdieron muchas fortunas, sin que por eso un solo pobre pasara a ser rico”.
Cristo parece invitar a una hambruna mundial cuando dice: “Miren las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, y sin embargo, el Padre celestial las alimenta”.
Aquí saca un cero en economía y otro cero en ornitología, pues cada pajarraco vive en una guerra diaria por conseguir alimento mientras cuida que no se lo coman a él. Mamá y papá pájaro sufren lo indecible para traer comida al nido donde unos polluelos pilladores exigen su diario alimento. Los únicos padres celestiales son los avicultores que echan alimento a los pollos para luego torcerles el cuello.
Conocemos bien otro mal consejo del mesías: “Y por la ropa, ¿por qué se preocupan? Observen cómo crecen los lirios del campo; no trabajan, ni hilan; pero les digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de éstos.”
Estoy seguro de que Salomón vistió mucho mejor. También estoy seguro de que Cristo sí se preocupó por su vestido; de haberse cubierto con trapos viejos, nadie hubiese echado suertes para quedarse con ellos. Sea como sea, éste es otro consejo que el mundo entero se pasa por el forro, pues en cuestión de ganarse la vida no nos educa el Nuevo Testamento, sino el Génesis.

Y sin embargo, por ingenua que sea su visión económica no es ni mejor ni peor que la de algunos secretarios de Hacienda.

1 comentario:

  1. David, como decía uno de los Polivoces al imitar a mi querido J. J. Arreola (tú eras muy pequeño), no te conocía. Gusto en conocerte. Me gustó lo que de tí acabo de leer.
    De que si eres de los mejores, déjamelo averiguarlo y te lo haré saber.
    Recibe un saludo de un posible nuevo lector tuyo, Ricardo Hernández Doncel.

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