sábado, 14 de septiembre de 2013

Futbol

Aunque siempre he criticado que el futbol tenga un rol tan importante en gran parte de los habitantes de este mundo, hay también cosas que podemos aprender de él. Por ejemplo: si alguien no da resultados, hay que retirarlo de su puesto. Al fin y al cabo, a nivel de cancha, el futbol es una meritocracia.
Resultaría absurdo manejarlo como la política; que un obeso y desaliñado futbolista llanero con historial de autogoles y ponchar balones se candidateara para centro delantero de la selección nacional, y que, por simpático y gozar del apoyo de algunos sindicatos y televisoras, obtuviera el puesto.
Más absurdo nos parecería si luego de que dicho centro delantero demostrara su incapacidad para dar pie con bola, hubiésemos de aceptar su alineación en cada partido de aquí a seis años.
Vaya uno a saber por qué en la política esto parece razonable.
Quizás habría que comenzar por cambiarle el nombre a los puestos. La palabra “presidente” lleva en sí tanto glamour que quien alcanza ese nivel ya se siente bien pagado por ostentar el nombrecito. O sea, la meta no es presidir, sino ser presidente. Como si el propósito no fuese anotar goles, sino ser centro delantero.
Así, Peña Nieto debería tener el puesto de Administrador Nacional. Cualquier otro mote más digno se lo ganaría en base a una buena actuación. Pelé se volvió O Rei, no porque heredase una manutención estatal, sino porque llegó a ser el mejor. Del mismo modo, al centro delantero no le podemos llamar goleador hasta que anote una buena cantidad de goles.
Y dicho de paso, cualquier miembro de la realeza europea no debería ser rey o reina o príncipe o princesa o… Su verdadero título habría de ser Mantenido Hereditario.
En los estados habría de elegirse a los Administradores Estatales, pues luego ocurre que se creen gobernadores y no servidores públicos.
Entre los líderes sindicales, ni se diga, cualquier nombre que no sea Vividor de Cuotas sería un eufemismo.
La Secretaría de Educación Pública debería titularse Secretaría de Asuntos Magisteriales. A la Suprema Corte de Justicia habría que llamarle Suprema Corte.
Pienso en estas cosas porque escribo estas líneas desde Estambul. Por todas partes encuentro fotografías de Atatürk, no presentadas de manera oficialista, sino en las paredes de los cafés y otros comercios. Hay incontables viejos relojes detenidos a las 9:05, la hora en que murió el líder. Además, sabemos que Mustafa Kemal llegó a ganarse el nombre de Atatürk, que significa “padre de los turcos”, mediante una intensa mezcla de inteligencia y cojonerías.

Pienso que me gustaría tener en México un Administrador Nacional que se ganara el mote de Presidente, no en las elecciones sino con sus acciones. Pero veo que hoy tenemos otro administrador que anda viendo qué vende, cómo recauda más lana y cómo burocratiza más la educación, o, volviendo al futbol, parece entrenador de equipo chico, nomás viendo qué hacer para conservar la chamba y que el equipo no descienda a la tercera división. Un entrenador que sabe poco del fair play y nunca nos hará jugar en la primera.

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