viernes, 26 de julio de 2013

Errare humanum est

El error que más veces he cometido en mi vida es ponerme la camiseta al revés. Por mucho que esté alerta, con cierta frecuencia aparece la etiqueta por delante de mi cuello. Sé que una vez arribé al aeropuerto sin boleto y dos veces a una frontera sin pasaporte. En cambio ya perdí la cuenta de las ocasiones en que he ido a la tienda sin cartera.
Las llaves siempre han sido motivo de error. Muchas veces volví a casa con las llaves del hotel. O salí de casa sin llave o las dejé en el encendido del coche. O simplemente no sé dónde están.
En cierta ocasión daba en la UAS una charla sobre el buen uso del lenguaje y se me salió la palabra “morido”. Nunca había cometido ese error ni lo he vuelto a cometer, ni sé por qué lo cometí en ese momento, pero bastó para desacreditar el resto de mi participación.
Cuando caigo o reincido en un error, por grande que sea, me demuestro mejor que dios, pues tengo una infinita capacidad de perdonarme; en cambio, cuando lo comete otra persona no puedo concebir que haya tanta imbecilidad en el mundo.
Ciertos errores solo están en manos de una elite. Exigen preparación, estudio, entrenamiento, votos. Por eso yo nunca voy a olvidarme de desplegar los flaps en el despegue de un avión; tampoco voy a fallar un penalti en una final de copa mundial ni voy a hundir a millones de mexicanos en la pobreza con mis decisiones erróneas.
De hecho, creo que futbol y economía son las únicas prácticas en las que se puede navegar con más errores que aciertos. Se yo scribera cmo jugan lso futvoltisas, etonces mi farses serian cmo esta.
Cuando trabajé en la maquiladora, se sabía que un error podía costar millones de dólares, así que había algunos procedimientos para evitarlos. Cada cable del sistema eléctrico de un automóvil tiene conectores distintos, de modo que resulta imposible enchufarlos en el sitio equivocado. Cuando nos enviaban de la hoy moribunda Detroit los nuevos planos, había que destruir de inmediato los de la versión anterior.
El error es parte esencial de la condición humana. Si vemos que una madre le llama a un hijo por el nombre de otro, ¿por qué ha de asombrarnos que alguien diga Gadafi cuando quiso decir Kavafis?
Entonces no veo por qué saltar a los medios sociales con la infantil cultura de la burla cada vez que alguien se equivoca. Hay linchamientos virtuales con comentarios bastante pueriles sin que se distinga entre el error y la ignorancia. Peor aún, la mayoría de esas burlas van acompañadas de defectos ortográficos y gramaticales. El burro twitteando de orejas.
A veces los errores tienen la particularidad de que los comete solo quien no debería cometerlos. Así, el editor es el único que rechaza una obra maestra que todos queremos leer y termina publicando un bodrio que muchos acaban por leer. Entre miles de espectadores el árbitro es el único que no ve una mano dentro del área; entre millones de ciudadanos, el presidente es el único que no ve error en sus políticas.
Si yo tuviese mentalidad de presidente, al ponerme la camiseta al revés me diría que no es un error, sino nueva moda, espíritu de los tiempos, rumbo correcto, voluntad del pueblo, cuestión de soberanía, cosas del mercado y arriba y adelante con la etiqueta por delante durante los próximos seis años, así me fastidie el gollete.

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