viernes, 17 de agosto de 2012

Olha que coisa mais linda


Hace tiempo estaba con un profesor gringo en los Estados Unidos. Me llevó a su casa y me mostró su enorme biblioteca dedicada exclusivamente a literatura mexicana, pues esa era su especialidad. Entusiasmado, fui recorriendo los estantes y detectando algunas obras que tenía ganas de leer.
¿Qué te pareció ésta?, le pregunté mientras le mostraba una novela. Él hizo un gesto de quien algo huele mal. Es muy aburrida, me dijo.
¿Y ésta?, saqué un ladrillón de un estante superior. No te la recomiendo, me respondió.
Seguí revisando y le mostré una tercera. Pura violencia gratuita, me dijo. El final es ridículo.
Cuando salí de su biblioteca le dije: Eres experto en algo que no te gusta.
Para darnos idea del extremo de la especialización en las universidades, cuento que una vez conversaba con quien se dice el mayor conocedor de Don Quijote en la academia gringa. Entre café y café, le hice una pregunta sobre el Quijote de Avellaneda. “No lo he leído”, me contestó. “Sólo soy especialista en el Quijote de Cervantes”.
Y así, son numerosos los mexicanistas o latinoamericanistas que saben poco o casi nada de los clásicos rusos, franceses, alemanes… Especialistas en Rulfo no leen a los autores que leía Rulfo.
Hace ocho meses hablaba sobre esto en Sao Paulo, en una palestra sobre crítica literaria, y rematé diciendo: Por eso Toscana no da clases en universidad, pues los cursos son sobre literatura de tal país o región o época o género; y yo soy sólo especialista en las novelas que le gustan a Toscana.
Entre el público se levantó una mano. Un profesor de la Universidad del Estado de Río de Janeiro dijo: Eu gostaria invitar você na minha universidade, para que fale dos romances que Toscana gosta.
De modo que hoy escribo esto sentado frente a una ventana que da al parque de Flamengo.
Las universidades de Brasil están en paro desde hace algunos meses; pero cuando se habló con el comité de huelga, “el señor viene de México y va a hablar de literatura”, las puertas se abrieron.
Brasil debe ser hoy el lugar más interesante, bullente y vivo del mundo. Profesores brasileños han dejado sus cátedras en países oxidados del primer mundo para volver a su país, pues se percibe que algo grande se está cocinando y no se lo quieren perder.
El entusiasmo e interés del público que asiste a los teatros no lo he visto en otras ciudades tradicionalmente teatrales, como París o Nueva York. Ahora Río y Sao Paulo son esos lugares donde si puedo hacerla ahí, puedo hacerla en cualquier parte.
Gran mentira que este sea un país de samba y futbol. Los brasileños tienen hambre de saber, tocar, probar, cuestionar, apreciar. Por eso se han volcado hacia las universidades, y la respuesta de éstas fue complicar el ingreso y la permanencia vía ataques al bolsillo.
Es una lástima que ahora Brasilia quiera gastarse una fortuna en promover a ignorantes que corren, brincan, forcejean, nadan y se equilibran en una barra; meterle una fortuna al futbol y las olimpiadas mientras deciden retirarle el apoyo a la educación.
Cualquier asalto que se haga a las universidades por parte del Estado no es una mera insensatez del gobierno. Es un crimen contra la humanidad.

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