viernes, 1 de febrero de 2013

Ínglich espoquen


Muchos mexicanos, sobre todo en el mundo de los negocios, sienten que sus conversaciones se llenan de elegancia al soltar palabras y frases en inglés. No sólo eso: terminan por criticar al español como una lengua poco efectiva. Les molestan los acentos, los signos interrogativos y admirativos de apertura. Se lamentan de la H muda, pero les da lo mismo que haya tantas letras mudas de ocasión en el inglés.
Estas opiniones son naturales en gente de pocos horizontes. Si conocieran más lenguas, acabarían pensando de otro modo.
Además, hay que darse cuenta de algo. Esta gente suele informarse con muchos textos en inglés y les resulta necesario traducir vocablos y conceptos, así sea mentalmente, al español para comunicarse con sus clientes, colegas o empleados. Dado que son malos traductores, dado que no conocen bien su propia lengua, terminan suponiendo que la flaqueza no está en ellos sino en el español.
Una vez se me ocurrió hacer este experimento. Tomé las traducciones de algunas novelas rusas y alemanas al inglés y al español. En promedio, el traductor al español contaba lo mismo que su colega angloparlante con un siete por ciento menos de palabras.
Pongamos el caso de La metamorfosis. Por mero parentesco de las lenguas, parecería que el traductor al inglés lleva las de ganar. Sin embargo, los resultados fueron los siguientes:
Traducción al inglés: 22,086 palabras.
Traducción al español: 20,402 palabras.
En caracteres se declara un empate técnico, pues verdad es que los vocablos en inglés suelen ser más cortos.
Una vez le pregunté a un lingüista si en términos generales había una lengua que fuera mejor que otra. Con toda propiedad me dijo: “Cada lengua dice lo que sus hablantes necesitan decir”.
Suena muy bien. Sin embargo, en aquellas épocas decimonónicas en que los humanistas aprendían cinco o más lenguas, había consenso: el latín era la lengua que más cosas decía, y más precisamente, con menos palabras.
Desconozco el potencial del inglés, pero sí sé que ha dejado de ser la lengua de Shakespeare para convertirse en la de John Doe, en un grado mayor que el español ha dejado de ser la lengua de Cervantes para volverse la de Juan Pérez.
Cuando traduzco del inglés al español debo usar al menos veinte conceptos distintos ahí donde el novelista gringo hace uso y abuso del was; y suelo dejar un espacio en blanco donde me topo con really, la palabra más inútil de cualquier lenguaje.
Si yo escribo: libro, librito, librucho, libraco, librote, librillo, librón, librazo… en buen lío voy a meter al traductor.
En fin, el tema de ventajas y desventajas de una lengua contra otra es largo, sinuoso y sin fin. No es mi intención hacer aquí una defensa del español, que no lo necesita, ni un ataque al inglés. Simplemente estoy pensando en esos ignorantes que, conociendo dos idiomas a medias, hacen juicios con la facultad de alguno de los Menéndez, Pidal o Pelayo, vueltos a nacer.
Como escritor no puedo sino sentirme afortunado de escribir en español, pues aunque mi lengua tenga supuestas flaquezas científicas o comerciales, tiene inagotable riqueza literaria. Acaso la debilidad del español sea que con tantos hispanoparlantes, tenga apenas una fracción de hispanolectores.

3 comentarios:

  1. Muy bueno David! Este es un artículo de esos que me hubiera gustado escribir a mi, pero qué bueno que te me adelantaste porque sabes más que yo y no eres tan agresivo, lo cierto es que cómo me choca esa gente de la que hablas, creo que la clase media que opta con frecuencia por comunicarse en inglés, más ahora en el feis y las demás redes sociales, creen que eso les da estatus, en fin. Felicidades.

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  2. Estimado Sr. Toscana:
    Concuerdo totalmente con Usted. Desafortunadamente hoy, como dice el comentario que precede, la situación se ha agravado con el uso indiscriminado, en todos los sentidos, de las famosas redes sociales, particularmente ese altar del narcisismo que es Twitter, y peor aún, Facebook, la consagración del exhibicionismo.
    Yo soy abogado, ya retirado después de más de 58 años de ejercicio profesional ininterrumpido, y cuando ejercía, la mayoría de mis clientes eran extranjero, particularmente norteamericanos, así que contratos, convenios, correspondencia y todo tipo de documentos se tenían que redactar en Inglés, pero en muchas ocasiones, había que preparar también una traducción al Español.
    Yo conocía perfectamente el Derecho Anglosajón y estaba totalmente familiarizado con la terminología y los conceptos jurídicos de ambos sistemas legales. Cuento con un doctorado de la Universidad de Cambridge, independientemente de que hablo inglés desde que tengo 13 años. Mi dominio del inglés, incluyendo la terminología jurídica, era total y absoluta, y yo agregaba, 100% "bicultural". Cuando traducía del inglés al español o viceversa, yo preparaba "versiones", más no traducciones, porque en mi concepto,las versiones reflejaban más adecuadamente lo que el documento contenía. Reprendía con vehemencia a los abogados jóvenes de mi Despacho cuando me presentaban para mi revisión proyectos de traducciones literales, que sencillamente, en la absoluta totalidad de los casos, resultaban incomprensibles. ¿Se imagina Usted a un abogado o cliente gringo leyendo una traducción literal de una escritura pública de compraventa de un inmueble, otorgada ante un notario público Mexicano, o bien a un abogado o cliente Mexicano leyendo una traducción literal de un contrato "turn key" para la instalación y puesta en marcha de una plataforma de perforación marina para Pemex?
    Sé muy bien que traducir literarura es muy diferente a traducir documentos legales pero a mí me sucedía lo contrario del traductor que Usted comenta. Cuando traducía del inglés al español, invariablemente la versión en español resultaba mucho más extensa, en palabras y caracteres, que el documento original en Inglés.

    Sí creo, sin nacionalismos ni sentimentalismos fuera de lugar, que nuestro idioma es mucho más rico que el de nuestros vecinos del norte.

    En fin. Con las famosa redes sociales y la "globalización" la humanidad se corre el riesgo, como dice Humberto Eco, de terminar hablando una megalengua. El uso de términos en inglés en el "cyberespacio" es ya apabullante y poco a poco sustituye a nuestro idioma español.
    Reciba Usted un muy atento y cordial saludo.

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  3. Lo patético es, que en la formación técnica se prescinda de vocablos comprensibles en español, para que en una forma cursi referirse a un "back up", en lugar de simplemente un respaldo, renuncian a términos como, aplicaciones, programas o sistemas, para usar simplemente software, aprenden a usar una aplicación, de por ejemplo una hoja de cálculo, como una "spreadsheet", o sencillamente se capacitan para ejecutar un programa, que forma parte de todo un sistema, para relacionarlo solo como software, se convierten en informáticos, aún que no sepan ni lo que es un algoritmo, por que ahora resulta que la informática dejo de ser la ciencia matemática, del manejo de algoritmos, para pasar a ser solo el manejo de la información. No olvidemos, que no es propio decir reinicializar, se debe usar rebutear (del verbo reboot), tampoco podemos usar interface, por la tan socorrida interfaz, no es propio, es mal visto. Mucho menos nos podemos referir al archivo multimedio, por que hasta el corrector ortográfico nos dirá file multimedia, y así, por ejemplo, no usáremos un equipo de escritorio, si no una Desktop, ni en un sistema en red interna o externa al que nos conectaremos al servidor con una estación de trabajo, sino que para no desentonar, la work station estará conectada al server en la lan o en la wan. Pero estoy seguro que no son los únicos vocablos en español que resultan ininteligibles a un "informático de elite", tan avezado en el uso de un idioma que no le es propio, que por lo mismo, le resultan tan incomprensibles esos términos, como el propio español.

    Buen día,
    Pablo Valencia Carranza

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