viernes, 8 de febrero de 2013

La misteriosa desaparición del responsable


El 12 de agosto de 1985, un Boeing 747 de Japan Airlines que iba de Tokio a Osaka, sufrió un grave desperfecto a los pocos minutos de vuelo. Los pilotos perdieron el control de la nave y ésta acabó por estrellarse en una montaña. Murieron 520 personas y cuatro sobrevivieron.
O más bien debería decir que murieron 521, pues el responsable de mantenimiento de la empresa se suicidó sin esperar las implicaciones legales del caso o el deslinde oficial de responsabilidades. Esta última muerte fue la que me hizo recordar siempre ese avionazo. Una muerte muy respetable.
Si bien Japón ya no ocupa el primer lugar en el índice de suicidios, sigue ocupando este puesto en el imaginario. Para eso están las historias de los samuráis, ahí está Yukio Mishima y los poemas de la muerte.
Pero más allá del valor de la vida en cada cultura, de los posibles castigos en el más allá, de los métodos, siempre me llamó la atención que con frecuencia leía en los periódicos alguna nota sobre un japonés que acometía algo que llamaré “suicidio de responsabilidad”.
Ahí donde un funcionario mexicano dice “yo no fui, sino los gobiernos anteriores”, o “yo no robé, aunque vaya uno a saber cómo me enriquecí” o “la estrategia es la correcta a pesar de que no damos pie con bola”, el japonés tenía el haraquiri o seppuku a la mano.
Esta determinación no la tomaron muchos nipones porque estuviesen deprimidos o no le hallaran sentido a la vida o quisieran castigar a alguien. Fueron personas que cargaron con una culpa y decidieron pagar. A veces la ley no tiene mecanismos para castigar errores, así sean enormes; entonces algún individuo con sentido de la ética ha de decir: “Mea culpa”.
Durante la crisis financiera de 2008, La Jornada publicó un cartón que perfectamente ilustra cuán venido a menos está ese sentido de la ética. Bajo la leyenda 1929 aparece un banquero lanzándose desde lo alto de un rascacielos. Bajo la leyenda 2008, ese mismo banquero, sin culpa alguna, arroja del edificio a varios clasemedieros.
En México, nadie es responsable de nada. Así se derrumbe el país o mueran 49 niños o se endeuden los estados o se vacíen las arcas o explote o se queme algún edificio o se caiga un avión o un helicóptero. Aquí los desastres son como los chistes: nunca se sabe quién los originó.
Claro que ahí donde no hay ética debería prevalecer la ley. Pero ni a eso aspiramos. Se trata de un círculo vicioso, pues la ley requiere de ética.
Si de pronto en México hubiese una epidemia de conciencia samurai, ¿cuántos funcionarios no amanecerían autoinmolados?
Alguien dirá que no somos de tradiciones orientales. Hagamos entonces una versión occidental, socrática. En las oficinas de gobierno e incontables casas particulares sería bueno tener una botella de cicuta guardada en una vitrina. “Rómpase el cristal”, dirá la etiqueta, “en caso de irrefrenables ganas de delinquir.”

2 comentarios:

  1. Me encanto. Increíblemente cierto. Felicitaciones.

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  2. Si bien es cierto lo que dices, debemos tomar en cuenta que de por si centro america y sur america no tienen identidad pues los paises invasores y violadores de nuestra propia creencia derrumbaron esa posible ética. A mi punto de vista Japón es un pais honorable y merece el respeto de muchos... Sobre todo en su economia.

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