viernes, 7 de diciembre de 2012

Para leer hay que leer


Desde su creación, en 1921, la Secretaría de Educación ha estado encabezada por una mezcla de políticos, administradores e intelectuales.
Por ahí han pasado humanistas como José Vasconcelos, Moisés Sáenz, Jaime Torres Bodet, Agustín Yáñez y Jesús Reyes Heroles.
Han pasado también militares, ex presidentes, futuros presidentes, políticos y administradores que no destacan precisamente por su labor intelectual o por una previa vocación educativa. Recordemos los casos recientes de Ernesto Zedillo, Josefina Vázquez Mota, Manuel Bartlett, Porfirio Muñoz Ledo…
Yo había imaginado varios personajes que podrían ocupar el puesto en el gabinete de Peña Nieto. Pero, ingenuo de mí, pensaba en intelectuales, humanistas, gente que ya había demostrado su valía en el mundo de la cultura. ¿Chuayffet? Ni en tres mil oportunidades se me hubiese ocurrido.
Y sin embargo el nombramiento de un ex secretario de Gobernación no es descabellado, pues la SEP se ha convertido de un tiempo para acá en la Secretaría de Conflictos Magisteriales, y tal vez el quinazo de este sexenio se esté cocinando por ese lado. Dios mediante; o el diablo.
En su protesta o toma de posesión, mal llamada “toma de protesta”, el propio Peña Nieto habló de sus planes para la educación sin mencionar a los alumnos, sino solo a los maestros.
Sea como sea, venga lo que venga, los intelectuales, artistas y pensadores de este país debemos distraernos menos con el Conaculta y enfocarnos más hacia la SEP. La educación debe ser el asunto al que más dediquemos nuestros comentarios, críticas, propuestas y esfuerzos. Esto va también para los jóvenes indignados: hay que exigir educación de verdad. Lo demás se dará por añadidura.
La pregunta aterrante es: ¿Por qué luego de nueve años en manos de la SEP el estudiante promedio sigue siendo un iletrado?
Las respuestas son tantas que es difícil saber por dónde empezar. ¿Por los maestros? ¿Por los programas? ¿Por las instalaciones? ¿Por la mera voluntad de hacer algo? ¿Por el presupuesto? ¿Por los nombramientos? ¿Mano dura o mano blanda?
Entonces vienen nuevos programas, más lemas, reestructuraciones, otras reglas, y al final… la misma gata, nada más que revolcada.
Y resulta que el problema no es tan complejo. Es más, resulta bastante sencillo de resolver.
En vez de realizar múltiples pruebas y llevar incontables índices para evaluar la mediocridad, habrá que ir con niños, adolescentes y adultos que destaquen por su actividad intelectual. A continuación se les pregunta: ¿Por qué no son ustedes como la manada? Y la respuesta será invariable: Leemos.
Así, no hace falta otro programa, año o sexenio de la lectura. Simplemente hace falta una hora al día en que los alumnos lean, lean y lean. Así es como se forman los lectores, las conciencias; así es como crece el espíritu, así es como se fomenta la educación: leyendo. No hay atajos, no hay recetas, no hay nuevas tecnologías para sacarle le vuelta al bulto ni técnicas de especial motivación ni valen apapachos que eviten la acción: para leer hay que leer.

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