En el
capítulo diecinueve del Génesis, Lot hospeda en su casa a dos ángeles recién
llegados a Sodoma. Esa misma noche, se presentan todos los hombres de la
ciudad, jóvenes y viejos, para hacer una petición con tono de exigencia: “Lot,
¿dónde están los hombres que esta noche llegaron a tu casa? ¡Sácalos! Queremos
tener relaciones sexuales con ellos”.
En una
reacción inesperada para nuestra sensibilidad contemporánea, Lot se asoma para
decirles: “Amigos míos, ¡no hagan algo tan malo! Yo tengo dos hijas solteras
que nunca han tenido relaciones sexuales. Las voy a sacar, y ustedes pueden
hacer con ellas lo que quieran”.
Durante
el capítulo anterior, Dios había tenido una conversación con Abraham digna de
Sancho Panza; en ella se negocian los criterios para la posible salvación de
Sodoma y Gomorra. El arreglo final es este: Con tal de deshacerse de los
impíos, Dios está dispuesto a asesinar hasta nueve justos.
Sabemos
que Dios es omnipotente. Que lo sabe todo. De modo que le bastaría chasquear
los dedos y con eso provocar un paro cardiaco a cada uno de los pecadores. Pero
no, ha de vaciar toneladas de azufre ardiente en el primer ataque aéreo de la
historia, que en mucho supera los que sufrió Varsovia, Dresden, Colonia o
Königsberg. Ni el Vesubio fue tan cruel con Pompeya.
La
historia no nos cuenta que en la destrucción de estas dos ciudades habrán
muerto más Santos Inocentes que los de Belén por mandato de Herodes. Habrá que
sumar además a las mujeres: castas, ancianas, nobles y embarazadas.
Muchos
homófobos han tomado esta ira divina para justificar sus ataques contra los
homosexuales. De hecho, la palabra “homosexual” apenas entró en el diccionario
de la Academia
en 1936; su equivalente durante siglos fue “sodomita”. Y si la Biblia , en vez de hablar de
Sodoma y Gomorra, hubiese hablado de Gomorra y Sodoma, entonces los sodomitas habrían
sido gomorritas.
El
asunto es que los huéspedes de Lot no eran hombres, sino ángeles, y cualquiera
sabe que un ángel no es hombre ni mujer. Su nombre, su género gramatical suele
ser masculino, pero esto es un mero accidente del lenguaje. Hay más diferencia
genética entre un hombre y un ángel que entre un hombre y una mujer. De modo
que el sexo con un ángel debe ser una experiencia de lo más heterosexual.
Yo
nunca he visto uno, pero si vienen del cielo, han de ser muy bonitos, han de
irradiar juventud, salud. Vaya uno a saber cómo se contonea un ángel, qué clase
de feromonas esparce, qué noséqué tiene en la mirada, qué seducción en su voz,
cómo lucen en lencería. Yo no lo sé de cierto, pero supongo que un ángel ha de
ser uma coisa mais linda que a garota
de Ipanema.
Así las
cosas, los hombres de Sodoma mordieron el anzuelo que Dios les lanzó. Las
mismas hijas de Lot se quedaron tan calenturientas que se acostaron con su
padre. O quizá el calenturiento fue Lot, y por eso se las llevó a la cueva
sabiendo que eran mozuelas. Dios mandó a Sodoma una tentación para que cayeran
en ella. Les puso una trampa porque, al estilo de míster Danger, necesitaba una
excusa para su genocidio. Y una vez justificado ante la opinión pública, se
sentó a disfrutar de la matanza con quemaduras de tercer grado.
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