Advierto
al lector que este texto es un plagio. Para ser exactos, he plagiado del
Quijote de Cervantes, segunda parte, capítulos XLII y XLIII.
En una
ceremonia de toma de posesión de cualquier cargo público, no estaría de más
leer en voz alta, a manera de manifiesto, los consejos que don Quijote le da a
su escudero. Así sean los que atañen a su aspecto personal: “Lo primero que
te encargo es que seas limpio, y que te cortes las uñas, sin dejarlas crecer
como algunos hacen, a quien su ignorancia les ha dado a entender que las uñas
largas les hermosean las manos… No andes, Sancho, desceñido y flojo; que el
vestido descompuesto da indicios de ánimo desmazalado, si ya la descompostura y
flojedad no cae debajo de socarronería… No comas ajos ni cebollas, porque no
saquen por el olor tu villanería. Anda despacio; habla con reposo, pero no de
manera que parezca que te escuchas a ti mismo, que toda afectación es mala.
Come poco y cena más poco, que la salud de todo el cuerpo se fragua en la
oficina del estomago. Sé templado en el beber, considerando que el vino
demasiado ni guarda secreto ni cumple palabra. Ten cuenta, Sancho, de no mascar
a dos carrillos, ni de eructar delante de nadie”.
Como
aquellos que se refieren a la honra del cargo: “Préciate más de ser humilde virtuoso
que pecador soberbio. Mira, Sancho, si tomas por medio a la virtud y te precias
de hacer hechos virtuosos, no hay para qué tener envidia a los que los tienen,
príncipes y señores; porque la sangre se hereda y la virtud se aquista, y la
virtud vale por sí sola lo que la sangre no vale. Si acaso enviudares (cosa que
puede suceder) y con el cargo mejorares de consorte, no la tomes tal que te
sirva de anzuelo y de caña de pescar… Nunca te guíes por la ley del encaje, que
suele tener mucha cabida con los ignorantes que presumen de agudos. Hallen en
ti más compasión las lágrimas del pobre, pero no más justicia, que las
informaciones del rico. Procura descubrir la verdad por entre las promesas y
dádivas del rico como por entre los sollozos e importunidades del pobre… Si
acaso doblares la vara de la justicia, no sea con el peso de la dádiva, sino
con el de la misericordia. Cuando te sucediere juzgar algún pleito de algún tu
enemigo, aparta las mientes de tu injuria y ponlos en la verdad del caso. No te
ciegue la pasión propia en la causa ajena, que los yerros que en ella hicieres
las más veces serán sin remedio, y, si le tuvieren, será a costa de tu crédito
y aun de tu hacienda. Si alguna mujer hermosa veniere a pedirte justicia, quita
los ojos de sus lágrimas y tus oídos de sus gemidos, y considera de espacio la
sustancia de lo que pide, si no quieres que se anegue tu razón en su llanto y
tu bondad en sus suspiros. Al que has de castigar con obras no trates mal con
palabras, pues le basta al desdichado la pena del suplicio sin la añadidura de
las malas razones. Si estos preceptos y estas reglas sigues, Sancho, serán
luengos tus días, tu fama será eterna, tus premios colmados, tu felicidad
indecible”.
Esto
es apenas una selección. Bueno sería que el funcionario en cuestión leyese Don Quijote
de pe a pa.
Seguro ya lo leyó, pero a veces le pasa, cuando lee libros, que no puede recordar el nombre del autor ni el título.
ResponderEliminarPero gran recomendación, Sr. Toscana.
(Gracias por Estación Tula, también).