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Pasé
buena parte de la mañana buscando un viejo ejemplar de la revista Líneas de Fuga, editada por la
Casa Refugio Citlaltépetl. Es un número dedicado a la literatura árabe. No la
encontré. Me hacía falta leer en voz alta un poema de Mahmud Darwish llamado “Solo
un año”.
Esa
revista llegó a mis manos en una situación curiosa. Me llamó el director de la Casa
Refugio en Puebla para pedirme que sosegara a un escritor con el que estaban
teniendo muchos problemas.
Los
encargados habían intentado diversas cortesías para hacerlo sentir bien, pero
habían fracasado. En una ocasión le presentaron a una linda chica. Ella, por
sostener una conversación, le hizo algunas preguntas personales. El escritor se
puso de pie iracundo. “Me estás interrogando igual que la policía secreta.”
En una
de tantas, el susodicho mencionó mi nombre como su único amigo mexicano. Entonces
alguien dijo: “Esta es una misión para el Toscana”. Y yo con mucho gusto fui a
visitar a mi viejo amigo.
Como
pingüe retribución, recibí unos vales para cenar en un restaurante cuyo nombre
no recuerdo, pero era tan lúgubre y el servicio tan malo que lo llamábamos el
Kafka’s. Ahí íbamos los dos cada noche y teníamos que negociar con la mesera en
turno que anotara las cervezas como jugos de naranja.
De
regreso a casa, pasábamos frente a un Cantinflas de madera. “Él es mi única compañía”,
me confesó. “Vengo aquí con frecuencia y conversamos muchas cosas”.
La
casa refugio tenía tres o cuatro departamentos. Yo tomé el del fondo. Mi amigo
se había instalado en el que daba a la calle. Su nostalgia necesitaba el ruido
de su tierra. Yo detestaba el camión del gas, con sus proclamas y música; a él
le parecían un buen sustituto del llamado a la oración. Quizás había un
parecido entre “el gaaas” y “Aaaalá”.
El
mejor recuerdo literario de esos días es el poema de Darwish. Yo lo leía en
español, él en árabe y brindábamos con un Concha y Toro que vendían en la
tienda de abajo.
Ojalá
tuviera aquí el poema ahora conmigo. Mas apenas tengo su recuerdo. En él,
Darwish, o quienquiera que lo lea, habla a sus amigos. Les dice: No se mueran
como tienen la costumbre de morirse. Les pide que esperen un año, aunque sea un
año. ¿Qué haré sin ustedes? ¿Cómo voy a amar la tierra si ya no están aquí? Un
año, por favor. Háganlo por mí. Un año sirve para visitar tantas ciudades y
amar tantas mujeres. Quizás podríamos terminar las conversaciones que
empezamos. ¿Qué será de mí después del último entierro? Amigos míos, no se
mueran como tienen la costumbre de morirse.
Borges
diría que morir es una costumbre que sabe tener la gente. Pero con Darwish no
es la gente sino los amigos. Y de manera maternal no decimos que se mueren,
sino que se nos mueren.
Mi
amigo se regresó a su tierra y me regaló la revista que hoy no puedo encontrar.
Un día me escribió para contarme que una bomba había destruido su casa.
Darwish
se murió hace algunos años. De repente. Quizás él mismo no esperó un año a sus
amigos.
Yo le
quise pedir a Federico que se esperara. Pero no encontré el poema.
jajaja! "el gas de puebla" lo recuerdo muy bien, demasiado odioso. la canción se popularizó a finales de los 90's, tanto que, hasta en las fiestas de la secu (tardeadas) la ponían.
ResponderEliminarcasi siempre que alguien habla o comenta sobre Puebla (mi ciudad natal) lo hace con un mal recuerdo o mala experiencia. Espero que usted señor Toscana, tenga algún o algunos gratos recuerdos y no solo ese del gas.