El error que más veces he cometido en mi
vida es ponerme la camiseta al revés. Por mucho
que esté alerta, con cierta frecuencia aparece la etiqueta por delante de mi
cuello. Sé que una vez arribé al aeropuerto sin boleto y dos veces a una
frontera sin pasaporte. En cambio ya perdí la cuenta de las ocasiones en que he
ido a la tienda sin cartera.
Las llaves siempre han sido
motivo de error. Muchas veces volví a casa con las llaves del hotel. O salí de
casa sin llave o las dejé en el encendido del coche. O simplemente no sé dónde
están.
En cierta ocasión daba en la UAS una charla sobre el buen
uso del lenguaje y se me salió la palabra “morido”. Nunca había cometido ese
error ni lo he vuelto a cometer, ni sé por qué lo cometí en ese momento, pero
bastó para desacreditar el resto de mi participación.
Cuando caigo o reincido en
un error, por grande que sea, me demuestro mejor que dios, pues tengo una
infinita capacidad de perdonarme; en cambio, cuando lo comete otra persona no
puedo concebir que haya tanta imbecilidad en el mundo.
Ciertos errores solo están
en manos de una elite. Exigen preparación, estudio, entrenamiento, votos. Por
eso yo nunca voy a olvidarme de desplegar los flaps en el despegue de un avión;
tampoco voy a fallar un penalti en una final de copa mundial ni voy a hundir a
millones de mexicanos en la pobreza con mis decisiones erróneas.
De hecho, creo que futbol y
economía son las únicas prácticas en las que se puede navegar con más errores
que aciertos. Se yo scribera cmo jugan lso futvoltisas, etonces mi farses
serian cmo esta.
Cuando trabajé en la
maquiladora, se sabía que un error podía costar
millones de dólares, así que había algunos procedimientos para evitarlos. Cada
cable del sistema eléctrico de un automóvil tiene conectores distintos, de modo
que resulta imposible enchufarlos en el sitio equivocado. Cuando nos enviaban
de la hoy moribunda Detroit los nuevos planos, había que destruir de inmediato
los de la versión anterior.
El error es parte esencial
de la condición humana. Si vemos que una madre le llama a un hijo por el nombre
de otro, ¿por qué ha de asombrarnos que alguien diga Gadafi cuando quiso decir
Kavafis?
Entonces no veo por qué
saltar a los medios sociales con la infantil cultura de la burla cada vez que
alguien se equivoca. Hay linchamientos virtuales con comentarios bastante
pueriles sin que se distinga entre el error y la ignorancia. Peor aún, la
mayoría de esas burlas van acompañadas de defectos ortográficos y gramaticales.
El burro twitteando de orejas.
A veces los errores tienen
la particularidad de que los comete solo quien no debería cometerlos. Así, el
editor es el único que rechaza una obra maestra que todos queremos leer y
termina publicando un bodrio que muchos acaban por leer. Entre miles de
espectadores el árbitro es el único que no ve una mano dentro del área; entre
millones de ciudadanos, el presidente es el único que no ve error en sus
políticas.
Si
yo tuviese mentalidad de presidente, al ponerme la camiseta al revés me diría
que no es un error, sino nueva moda, espíritu de los tiempos, rumbo correcto,
voluntad del pueblo, cuestión de soberanía, cosas del mercado y arriba y
adelante con la etiqueta por delante durante los próximos seis años, así me
fastidie el gollete.
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