A
mucha gente le molestó ver a Peña Nieto en la portada de la revista Time. Sin embargo, hay que
aceptar que después de doce años de pedalear una bicicleta estacionaria, ahora
el país se está moviendo. ¿Adónde? Ya lo veremos. Y hay que aceptar, sobre
todo, que la imagen de México en el mundo ha cambiado mucho en este último año,
independientemente de que nos quede mucha ropa sucia que lavar en casa.
En
noviembre de 2011 publiqué en estas mismas páginas un comentario titulado “Ya
me aburrió hablar del narco”. En él contaba que al presentarme en cualquier
ciudad para hablar de literatura, la gente terminaba haciéndome preguntas sobre
el narcotráfico. Pues bien, ahora me preguntan otras cosas, y lo celebro. Claro
que sigue habiendo novelistas y periodistas especializados en ese tema y cuyos
libros tienen buen éxito en varios países, pero ya no todos somos portavoces de
la violencia en México.
Muy
mal hacemos al pensar que el orgullo nacional se sustenta en once iletrados. Como
muy mal hace Brasil en empeñarse para organizar dos eventos deportivo–comerciales
que al final solo van a dejar más de los clichés que les disgustan. Y un montón
de deudas.
Por
una ínfima fracción del precio podemos poner nuestra vista y la del mundo en lo
mejor que siempre hemos tenido en México: el arte, la artesanía, la literatura,
la cocina, la geografía, el clima y, sobre todo, la historia, que combina todo
lo anterior y llamamos cultura.
Pues algo hay que dejar claro: somos un país
con pésima educación pero con gran cultura.
Por
eso es muy importante que el Conaculta ya esté pensando en una acción
mayúscula, como lo fuera hace cerca de veinte años la exposición México. Esplendores de Treinta Siglos.
En ella estuvo involucrado Rafael Tovar y de Teresa, eran tiempos de gobierno
priista, así es que ya se tiene la experiencia no solo de la organización, sino
del buen resultado. La gente hacía largas filas por echar un vistazo a nuestro
pasado que está presente. No había que inventarse un símbolo de nuestra
historia como el espantajo de la Estela de Luz, porque los símbolos ya se habían
construido, labrado, pintado y escrito a lo largo de esos treinta siglos. México
estaba en la imaginación de la gente. La palabra “México” se pronunciaba con
respeto, con nostalgia, como si se hablara de un paraíso que no se ha perdido.
Me
consta, porque en esos días, viajando en bicicleta por Europa, la gente me daba
un trato privilegiado. Los rostros se volvían cordiales en el momento en que
decía cuál era mi país. La cerveza corría por cuenta del cantinero mientras me
contaba la historia sobre sus padres que habían viajado a Acapulco en los años
sesenta.
México
no es como una cantante sin talento para que viva de la mala publicidad. Nos
hace falta diseminar la auténtica cultura para disimular la narcoincultura. Los
artistas y el arte están ahí. Los intelectuales y las ideas ahí están. Ahora
hace falta el gran proyecto que restaure la imagen esplendorosa de México que
ahora está oculta bajo una capa de pintura roja.
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