Los evangelios se escribieron en
griego, lengua que no dominaba el Hijo del Hombre, de modo que tenemos muy
pocas citas textuales. Entre ellas, podemos encontrar las transliteraciones de
“Elí, Elí, ¿lama sabactani?” o “Talita cumi”. Esta última expresión llama la
atención por la brevedad del arameo, pues mi Biblia dice que esas dos palabras
significan “Muchacha, a ti te digo, levántate”.
Podemos estar seguros de que Simón,
llamado Pedro, no fue llamado así. Para referirse a una piedra, los griegos
usaban “lithos”, de donde nos viene “aerolito” o “litografía”. Esta forma
griega se usa al hablar de la piedra angular que desecharon los constructores o
sobre la piedra de molino que más valdría atarse al cuello para luego echarse
al mar antes que hacer tropezar a uno de los pequeñitos que cree en Cristo. En
griego también se empleaba la forma “petra”, que nos es más conocida, pero ésta
aparece con menor frecuencia en los evangelios.
Sin embargo un carpintero o albañil
de tierras palestinas emplearía su lengua madre al dirigirse a un pescador. Por
eso Juan nos aclara que Simón no fue llamado Pedro, sino Cefas. Algunos
traductores no captaron el juego de palabras griegas entre Pedro y piedra y
terminaron escribiendo “tú eres Pedro y sobre esta roca…”. Así, de una vez
pudieron llamar Rocco al buen Cefas o Pedro. Jesús también le llamó “hombre de
poca fe” cuando lo vio hundiéndose en las aguas. Luego, cuando Pedro lo quiso
desviar de su misión, Jesús pronunció un mote más diabólico. “Quítate de
delante de mí, Satanás; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas
de Dios, sino en las de los hombres.” De nuevo quiso hacer tropezar a Jesús
cuando le cortó la oreja a uno de los que venían a arrestarlo y Jesús una vez
más lo regañó: “Vuelve tu espada a su lugar; porque todos los que
tomaren espada, a espada perecerán”.
Sabemos que era
asustadizo, aunque a la vez osado, que negó tres veces a Jesús y que le faltaba
el aire para correr. Sabemos que en un principio no quiso permitir que Jesús le
lavara los pies, pero ya entrados en limpiezas le pidió que de una vez le
lavara cabeza y manos. Fuentes extra canónicas nos cuentan que estaba celoso de
María Magdalena.
En la Última Cena, los discípulos
comieron y bebieron hasta saciarse, por eso no pudieron mantenerse despiertos
por más que Jesús los sacudía. Cuando fue a orar a Getsemaní, en aquella
ocasión en que sudó sangre, le pidió a Pedro y a los hijos de Zebedeo: “Orad
conmigo”.
Pero apenas estaba Jesús a medio
decir “Padre mío, si es posible, pase de mí este cáliz…”, Pedro se puso
a roncar. Lo despertó, lo regañó, volvió a su oración y Pedro otra vez se
durmió.
A muchos ha
extrañado que, siendo Pedro el más amonestado de los apóstoles, haya sido al
final el elegido. Por eso no hay que criticar a los papas por su comportamiento
poco cristiano, pues ellos son sucesores de Pedro, no de Cristo. Tal como
Pedro, no ponen la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres. Y aun
pecando mucho llegan a santos.
Y así hay que
amarlos y venerarlos por los siglos de los siglos. Amén.
muy cierto eso que dice usted señor Toscana, parece que la mayoría de las personas creyentes, ven al Papa o a los Papas, más a semejanza de Jesucristo o del mismo Dios, que a semejanza nuestra.
ResponderEliminar¡Ah!, y no hay que olvidar el don de la "infalibilidad" que la iglesia le otorga al Papa en turno.
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