Mi
inclinación por el Siglo de Oro hace que prefiera por sobre todas las Biblias la Reina –Valera de 1602. Por
esas fechas en España se hablaba el español de Cervantes, Quevedo, Góngora y
Lope.
Tanto
Casiodoro de Reina como Cipriano de Valera comprendieron que la palabra de Dios
tenía su fuerza en la poesía. O, dicho con fe: Dios era poeta.
Un
lector contemporáneo puede leer desde el inicio ciertos anacronismos, como
decir “haz” en vez de “faz”, o un curioso “la tierra estaba desadornada”,
cuando hoy pensamos en “desordenada”. La ortografía está lejos de seguir las
reglas de hoy. Tenemos “vazia” por “vacía”, “dixo” por “dijo” y los ejemplos
son masivos.
¿Eso
estorba? Al contrario, tal lenguaje le da al texto la autoridad de un clásico
que ha sobrevivido los siglos, le da su tono de texto sagrado, le da su dosis
de verdad, pues nada es tan verdadero como lo bello.
Hoy
circula un inane mamotreto llamado Biblia: Traducción en lenguaje actual,
que debería titularse Biblia sin poesía.
Alguien
habrá concluido con cierto grado de razón que los lectores de hoy tienden a la
imbecilidad. Ese alguien, conocido como Sociedades Bíblicas Unidas, pensó como
editor y no como religioso. O sea, pensó en vender un libro y no en salvar
almas.
Pongo algunas
breves comparaciones del libro de Proverbios, pues ahí es clara la intención
poética del creador.
Reina–Valera
dice: “El que guarda su boca, guarda su ánima; mas el que abre su boca tendrá
calamidad”. Mientras la otra dice:
“El que cuida lo que dice protege su vida; el que solo dice tonterías
provoca su propia desgracia”. Caramba, estos tipos cambian una sentencia divina
por un consejo de la abuela.
Reina–Valera:
“La esperanza que se alarga es tormento del corazón; mas árbol de la vida es el
deseo cumplido”. En cambio la biblia sin poesía nos da este mamarracho: “¡Qué
tristeza da que los deseos no se cumplan! ¡Y cómo nos llena de alegría ver
cumplidos nuestros deseos!”. Peor que una canción de la OTI.
El
proverbio que en Reina–Valera dice: “Las puertas se revuelven en su quicio, y
el perezoso en su cama.”, lo convierten a formato de chistorete: “¿En qué se
parece el perezoso a la puerta? ¡En que los dos se mueven, pero ninguno
avanza!”. Así, con signos de admiración, casi animándose a escribir el
empalagoso “jajaja”.
Las
Sociedades Bíblicas Unidas comercializan el libro como La Biblia
para todos, y suponen que si el lector no asciende a la palabra, la
palabra debe degradarse para llegar al lector. Extraño que no hagan caso al
proverbio 26:4, que ellos escriben como “No te pongas al nivel del necio, o
resultará que el necio eres tú”.
Tanto
que se esmeró Dios en componer sus versos para que llegaran unos traductores
populistas a desangelárselos.
El
quid del asunto es que al lector de esta biblia no le hace falta la poesía. Solo
quien no tiene alma puede vivir sin poesía. Quien no tiene alma nunca irá al
cielo.