En
Polonia la palabra preferida de los comercios es “mundo”. La zapatería “El
Mundo del Zapato” se encuentra frente a “Zapatos del Mundo”. Lo mismo pasa con
“Cocina del Mundo” y “Mundo de la Cocina”, y así nos vamos con todos los mundos
que se puedan imaginar. Por eso no me extrañó que mi novela El último lector la publicara la
editorial “Mundo del Libro”, que luego cayó en manos de una empresa alemana
conocida como “Imagen del Mundo”, o sea, Weltbild.
Esta
compañía tiene algo curioso: hace un par de años se reveló que la iglesia
católica germana posee el cien por ciento de las acciones y que durante años
uno de sus principales ingresos ha venido de publicaciones eróticas y
pornográficas.
Usé el
adjetivo “curioso” porque no quiero lanzar un juicio moral. Me parece bien que
la Iglesia se busque medios de sustento más allá de pasar la charola. Ya
sabemos que en algunos países nadie les da una moneda, así que han de ponerse a
fabricar cerveza o regentar negocios de venta por catálogo o sacar de noche a
las monjas o vender sus bienes. Hay quienes se espantan de que muchas iglesias
cristianas se estén convirtiendo en mezquitas; pero esto no es nuevo. Comenzó con
la caída de Constantinopla.
Quizás
Cristo no estaría de acuerdo con estos manejos financieros, pues nunca tuvo
inclinación por la administración de empresas. Por eso dio patadas a los
cambistas del templo y al rico le dijo que vendiera todo y lo entregara a los
pobres. Esta última es la peor fórmula económica. Repartamos el dinero
equitativamente y mañana todos estaremos en la miseria. Si la Iglesia entregara
su dinero a los pobres, mañana dejaría de existir.
Al
describir la batalla de Guanajuato en 1810, el historiador Lucas Alamán dijo:
“Ese día se perdieron muchas fortunas, sin que por eso un solo pobre pasara a
ser rico”.
Cristo
parece invitar a una hambruna mundial cuando dice: “Miren las aves del cielo,
que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, y sin embargo, el Padre
celestial las alimenta”.
Aquí
saca un cero en economía y otro cero en ornitología, pues cada pajarraco vive
en una guerra diaria por conseguir alimento mientras cuida que no se lo coman a
él. Mamá y papá pájaro sufren lo indecible para traer comida al nido donde unos
polluelos pilladores exigen su diario alimento. Los únicos padres celestiales
son los avicultores que echan alimento a los pollos para luego torcerles el
cuello.
Conocemos
bien otro mal consejo del mesías: “Y por la ropa, ¿por qué se preocupan?
Observen cómo crecen los lirios del campo; no trabajan, ni hilan; pero les digo
que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de éstos.”
Estoy
seguro de que Salomón vistió mucho mejor. También estoy seguro de que Cristo sí
se preocupó por su vestido; de haberse cubierto con trapos viejos, nadie
hubiese echado suertes para quedarse con ellos. Sea como sea, éste es otro
consejo que el mundo entero se pasa por el forro, pues en cuestión de ganarse
la vida no nos educa el Nuevo Testamento, sino el Génesis.
Y sin
embargo, por ingenua que sea su visión económica no es ni mejor ni peor que la
de algunos secretarios de Hacienda.
David, como decía uno de los Polivoces al imitar a mi querido J. J. Arreola (tú eras muy pequeño), no te conocía. Gusto en conocerte. Me gustó lo que de tí acabo de leer.
ResponderEliminarDe que si eres de los mejores, déjamelo averiguarlo y te lo haré saber.
Recibe un saludo de un posible nuevo lector tuyo, Ricardo Hernández Doncel.