En
cosas del lenguaje soy conservador. Prefiero evitar los neologismos y, sobre
todo, los anglicismos. Dado que no tengo Facebook ni Twitter ni televisión, me
ahorro la necesidad de aprender cierta terminología. Uso el correo electrónico,
pero no cometo el dislate de enviar “correos electrónicos” ni, mucho menos,
“emails”. Envío mensajes, recados o cartas, pues en mi vida pasada nunca envié
“correos postales”, aunque sí tarjetas postales.
En la
televisión usan el “teleprompter”. Curioso, pues el teatro inglés tuvo
prompters cuando el español tuvo siempre apuntadores; y colgarle el prefijo
“tele” significa que andamos mal en griego.
Es
larga la lista de términos que me da grima escuchar. Y sin embargo, he cometido
muchos pecados. Por citar uno de los peores: he escrito “eventualmente” como
sinónimo del inglés “eventually”. Ningún editor me lo señaló; fue mi traductor
al francés quien me jaló las orejas.
Por
supuesto, no tengo problemas con decir futbol en vez de balompié. Ni siquiera
porque en México lo pronunciamos al modo anglo, con doble acentuación, como si
dijéramos fut-bol.
Siempre
le dije bóiler al calentador de agua y mejor paro de relatar mis gringadas.
Por
muy conservador que me sienta, los conservadores de otra generación me
considerarían un corruptor del idioma. Estaba leyendo a un gramático de los
años veinte que se quejaba de ciertos vocablos inútiles que habían llegado al
español por vía del francés. Entre cientos enlistaba: aplomo, avalancha, debutar,
exilio, finanzas, hotel, mediocridad, mobiliario, obús, panfleto, placa, rango,
reportaje, revancha, sensacional. Aunque son palabras que hoy consideramos
perfecto español, ninguna de estas voces podemos encontrar en Don Quijote.
Según
mi gusto, “desterrar” es más bello y contundente que “exiliar”, pero me siento
bien con la existencia de las dos opciones; y no voy a lamentar que hayamos
olvidado el término que usó el Cid con una lengua todavía pobre en afijos: me
exco de tierra. Asimismo, lo que en El Cid
suena como una bella amenaza: “denles quanto huebos les for”, no significa sino
una cortesía: “denles cuanto necesiten”.
Ya hace
cien años, los académicos luchaban contra el mal empleo de “bizarro”. En ese
entonces el ataque venía desde Francia. Hoy la infame acepción nos llega por
los deficientes traductores del inglés.
Igual,
por débil traducción, nos ha llegado “suceso” como sinónimo de “éxito”;
acepción que la RAE
sólo aceptó a partir de 1884, pues don Quijote siempre diferenció entre el
“buen suceso” y el “mal suceso”. Lo acepto pese a que nunca lo he utilizado con
ese sentido, pues el origen de suceso como éxito es latino.
“Ínclito”
solía ser un caro elogio; hoy solo se usa de manera irónica o humorosa. Lo
mismo pasa con “eximio”, “egregio” y “preclaro”. Habría que ver si estamos
multiplicando los sinónimos deshonrosos y dejando de lado aquellos que sirven
para encomiar.
Basta,
Toscana, no te metas a tratar estos temas en una columna de tres mil
caracteres, cuando haría falta un libro o largas conversaciones para apenas
pellizcar la cresta del gallo.
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