Ya se
sabía que nuestras escuelas no funcionan. Los resultados de PISA solo confirman
el hecho con cierta precisión. La reacción por parte de Emilio Chuayffet ha
sido armar un discurso político para demostrar que no hay interés ni estrategia
ni ideas para solucionar el problema.
“Actualmente
se instaló la Conferencia
del Sistema Nacional de Evaluación a cargo del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación , con consultas
internas para proponer perfiles, parámetros e indicadores genéricos y
complementarios para docentes, directivos y supervisores educativos, además de
firmarse treintaidós convenios marco para la implementación de la reforma”.
También
pronunció esta joya de pieza oratoria:
“La
reforma educativa es de todos y para todos, no queremos leyes de letra muerta
ni prácticas gobernadas por la fuerza. No es pieza oratoria ni pensamiento, es
acción, verbo y mandato”.
Y, por
si nos quedamos con hambre de más banalidades:
“En la
entraña del federalismo mexicano yace un mandato de cooperación entre los
distintos niveles de gobierno que tenemos la concurrencia en la labor
educativa”.
El
barco se hunde y no hay propuestas de acciones. Desde hace un año este gobierno
tomó las riendas y apenas convoca a reuniones para ver qué vamos a hacer. El
mismo Chuayffet lo reconoce así:
“Si
bien los resultados retratan algunos progresos en la educación que se imparte
en las aulas mexicanas, también es cierto, lo sabemos todos, que las cifras
mostradas no concuerdan con lo esperado y sí recuerdan la magnitud del reto y
constatan que el tema de la enseñanza debe ser prioridad en la agenda del
gobierno, como lo dijera el presidente Peña el primero de diciembre del año
pasado”.
En
efecto, ya pasó poco más de un año y el barco se ha hundido un poco más. La SEP , en vez de un líder que
tome las riendas de la educación, está encabezada por un político que va a
convocar mil reuniones con la participación de montones de personajes que van a
enturbiar más las aguas. La cosa es dar la impresión de que se trabaja. Entonces
tendremos notas como:
“Se
instaló el Foro de Planeación Educativa con la participación de autoridades,
maestros y padres de familia”.
Y
dentro de unos años tendremos otra baja de calificaciones y un alza consecuente
en los índices de bienestar. Y otra vez, a hablar de la magnitud del reto que
tenemos por delante y de la prioridad de la educación en el gobierno de nuestro
señor presidente.
Según
el último informe de la OECD ,
México necesita 65 años para alcanzar los niveles promedio de lectura de los
países miembros. Vaya uno a saber cómo se calcula esto. ¿Se espera que en esos
años el promedio baje o México suba? ¿Se espera que algo cambie en la educación
mexicana? Si uno mira las tendencias, solo puede esperarse que México esté en
peor situación dentro de esos años.
Cualquier
avance en la educación tendría que poner la propia educación como prioridad.
Pero “prioridad” es una palabra de discurso, no de acciones. Las acciones hoy
están en otro lado.
Yo le
agradezco el entusiasmo a toda esa gente que participa en un bando u otro de la
reforma energética. Pero entre un barril de petróleo y un buen libro, primero
hay que sacar las uñas por el libro.
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