Hay
gente que no sabe nada. Pero eso no obsta para que ande por el mundo repitiendo
lugares comunes con suficiencia de un Arquímedes. Así, el que nunca abre un
libro, sabe recetar algunas citas literarias.
“Brindo
por la mujer, mas no por esa…”, dice al alzar la copa sin saber qué sigue, sin la
menor idea de quién es Guillermo Aguirre y Fierro. En todo caso, se trata de un
poema que el brindador nunca ha leído, acaso lo escuchó en el disco de Manuel
Bernal. Cosa curiosa que el propio poema hable de este tipo de gente, sobre
todo en los versos: “Siguió la tempestad de frases vanas, toscas y tan malas
que hallan en todas partes acomodo”.
En un
plan más clásico, el que no sabe nada sabrá citar a Sor Juana con apenas cuatro
palabras: “Hombres necios que acusáis…”. En este caso es muy probable que el
ignaro sepa de quién es el medio verso, pero imposible que supiese darnos con
el mismo ímpetu algún fragmento de “Primero sueño”.
Acaso
el iletrado tendrá algunos chispazos del tesoro del declamador. Podrá suspirar
y decir: “Juventud, divino tesoro”.
Quizás
el poema más citable para estos sabios de pacotilla sea “En paz”, de Amado Nervo.
De ahí se pueden extraer algunas joyitas como: “Vida, nada me debes, vida
estamos en paz”, hablar de que alguien es el arquitecto de su propio destino o
soltar el famoso: “Mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno”. Si bien este
último verso es complicado. Pues se corre el riesgo de decir “dijistes” y
“fuera”; o al escribirlo se le podría poner acento a “mas”, quitárselo a “tú” y
usar mayúsculas en “mayo”.
El que
no sabe nada conoce también algunas novelas. Cuando viene al caso, sabe decir
“En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme…”, pero le resulta
imposible el “Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal
Pedro Páramo.”
Como
las novelas son cosas con muchas páginas, prefieren los títulos. Entre ellos,
los más cotizados son los de García Márquez. El ignorante sabe mencionar Cien años de soledad, El amor en los tiempos del cólera
y se da el lujo de parafrasear Crónica
de una muerte anunciada. Así, en caso de enterarse de la separación de
una pareja conflictiva, dirá: “Crónica de un divorcio anunciado”, o cuando golean
a su equipo, hablará de la “Crónica de una derrota anunciada”.
Podría
decir que los ignorantes le llaman a la novela de Carlos Fuentes La región más transparente del aire,
pero este es también un error que cometen algunos letrados de renombre.
El que
no sabe nada reacciona en automático al escuchar o pronunciar el verbo
cantinflear. De inmediato dirá que está aceptado por la Real Academia. De
hecho, nunca he escuchado el mentado verbo sin que luego venga la muestra de
erudición lexicográfica.
El que
no sabe nada es un monigote de preguntas, respuestas y comentarios predecibles.
Un lugar común con patas. Por eso se hallan tan bien entre ellos. Sus
conversaciones son tan monótonas como las entrevistas a los futbolistas.
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