Tengo tres amigos sirios: un poeta, un académico y un
traductor. Ellos no estaban entre las decenas de miles de desplazados en busca
de un tren. Ellos encontraron pronto los atajos para llegar legalmente a un
nuevo país junto con sus familias. Y es que la cultura, el arte y la
inteligencia se mueven en un nivel distinto del de la gente común. Un escritor
podrá ser un muerto de hambre, pero en ciertas circunstancias tiene mayores privilegios
que un millonario.
Esa pequeña comunidad que ama los libros y la
educación, y que puede hallarse en universidades, asociaciones e incluso en
ciertas ramas de un gobierno, da siempre la cara para proteger a los suyos, y hasta
la Academia Sueca ha sabido tocar con su varita mágica a escritores en peligro.
Quizá no puedan hacer nada contra unos brutos que dinamitan algún templo
antiguo, pero sí tienden la mano para rescatar a un poeta porque ¿qué será de
nosotros sin los versos que todavía le quedan por escribir?
Un matemático, un científico, un filósofo tampoco se
hallan indefensos ante las fuerzas de la barbarie. No digo que sean inmunes,
pues en ciertos países o momentos de la historia es precisamente la clase
pensante la que más peligra; pero sin duda tienen un bote salvavidas cuando el
grueso de la gente tiene que nadar hasta la playa. Y aprovecho la metáfora para
decir que el niño ahogado que conmovió al mundo no se habría ahogado si su
padre hubiese sido un hombre de letras.
Pero no hay que irse al otro lado del mundo para
encontrar estas historias. En el territorio mexicano mueren decenas de niños migrantes
que no parecen conmover a nadie, miles y miles de latinoamericanos tratan de
cruzar un terreno hostil, violento hasta la muerte, corrupto hasta el asco, riesgoso
como antiguo viaje a los polos, y entre esos cientos de miles de desplazados no
hallamos a nadie que haya meditado sobre el teorema de Fermat o el significado
de “Primero sueño” o el imperativo categórico de Kant. Ninguno de ellos,
mientras por la noche viaja en la Bestia, se pregunta si el universo se está
expandiendo o si existe la materia oscura.
Me pregunto por qué no vemos a los agentes de
migración apalear en las costas de Veracruz a las hordas de finlandeses que
desesperadamente tratan de entrar en nuestro país. ¿Cuál fue el último noruego
que saltó una valla fronteriza? ¿El último doctor en Derecho torturado en una
celda del INM?
Millones de seres humanos buscan un mejor modo de vida
a través de actos llenos de heroísmo, plagados de riesgos, abundantes en
humillaciones, cuando hubiese sido más sencillo meterse en una biblioteca. Y si
lo que buscan es mejor vida para sus hijos, entonces no hay pierde: un buen
varazo para que se pongan a leer y un martillazo en la pantalla de televisión.
“Hijo mío”, diría un buen padre, “la visa, la green card, el
pasaporte o el salvoconducto se lleva en la cabeza; aunque suele ocurrir que
quien lleva visa en la cabeza, no la necesita”.